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Impuestos y bienestar

Impuestos y bienestar Carlos Paris
La Razón Digital

Uno de los grandes problemas que afectan a una parte importante de la izquierda reside en su claudicación ideológica. Lo peor de las derrotas que ha padecido es que haya asumido, como en alguna ocasión he escrito, el «síndrome de Estocolmo».

Ante la hegemonía despótica de la actual derecha se deja arrastrar por su discurso, en lugar de criticarlo y mostrar las desastrosas consecuencias de las políticas conservadoras. Y uno de los puntos clave en este abandono de la propia política es el que se refiere al problema de los impuestos.

Un anzuelo con que la derecha trata de pescar adhesiones y votos consiste en afirmar que va a reducir los impuestos. Que luego aumente la carga impositiva con trucos, como el desvío hacia los impuestos indirectos, resulta importante, pero aquello en que querría insistir ahora es en algo básico: el carácter insidioso y clasista de esta política, que pretende seducir a la ciudadanía. Pensar que parte del dinero que vamos a pagar a Hacienda queda en nuestros bolsillos, y cuanto menos paguemos de más riqueza vamos a disponer es inmediatamente sugestivo.

Pero semejante alegría puede tornarse en tristeza, cuando el contribuyente de clase media o económicamente baja compruebe que en sus bolsillos se han abierto agujeros, por los cuales se va el dinero que creía ahorrado gracias a la benevolencia impositiva de la Administración.

Por ejemplo, si, dada la escasez de guarderías públicas, tiene que confiar sus pequeños a una privada que se quedará con una porción de sus queridos ingresos. A no ser que uno de los miembros de la pareja deje de trabajar, normalmente la mujer, y la nómina familiar descienda. Si sus hijos deben iniciar sus estudios, tendrá que elegir entre enviarlos a un centro público de enseñanza o a uno privado. En el primer caso se encontrará con excelentes profesores, pero en la mayoría de los casos con unas instalaciones y unos medios de instrucción y recreo deficientes y, en la segunda opción, habrá de incluir en su cuenta un nuevo gasto.

Se supone que la familia no duerme bajo un puente y, no existiendo apenas viviendas sociales ni ayudas para esta necesidad tan perentoria, habrá de comprometerse en un crédito cuantioso que nuevamente reducirá su economía hasta el fin de sus días.

Y ¿si Ud. necesita asistencia médica? Si es una intervención quirúrgica y, no siendo Ud. cliente de una sociedad privada, recurre a la seguridad social, puede encontrarse con una larga lista de espera y, si ingresa en un hospital, existe la posibilidad de que sea recluido en un pasillo, como está ocurriendo en el Doce de Octubre.

Evidentemente, para una persona rica ninguna de las anteriores cuestiones representa un problema. Su capacidad económica le abre las puertas de los servicios privados, que definen su «lugar natural», como diría Aristóteles, sin mezclarse con las masas. Como no necesita recurrir a los servicios públicos, cuanto menos tribute a Hacienda mejor le irá.

Y aquí llegamos al punto central. Vivimos en una sociedad de clases, cuyos intereses son contradictorios y, si la izquierda es tal, su política ha de defender a las clases más desfavorecidas, lo cual, mientras el sistema capitalista se mantenga, exige dotar a la colectividad de eficaces servicios sociales. Ello a su vez impone aumentar los impuestos, aunque de una manera progresiva de modo que la riqueza de los poderosos se redistribuya. Puede no hacer a éstos demasiado felices tal redistribución. Pero sí aumentará el bienestar de la mayoría.

Y ello se hace especialmente urgente en un país como el nuestro que es uno de los que menos invierte en gasto social respecto a un entorno al cual se dice que queremos homologarnos. ¿La reducción de impuestos al aumentar el consumo impulsa la economía? Hoy los organismos internacionales advierten a España de la gravedad del endeudamiento de las familias y de la necesidad de aumentar el gasto en educación e investigación.

Deberíamos releer a los analistas de la crisis de los setenta, como Mandel, y ver que una de sus causas fue dicho endeudamiento, cuya mejor superación reside en el ahorro procurado por el aumento de los servicios sociales.

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